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Pensé entonces:
«Me levantaré, recorreré la ciudad,
y por calles y plazas
buscaré al amado de mi alma.»
Lo busqué, mas no lo hallé.
Me hallaron los guardias que rondan la ciudad,
y les pregunté: «¿Habéis visto al amado de mi alma?»
Apenas me aparté de ellos un poco,
hallé al amado de mi alma;
me así a él, y no lo dejé
hasta llevarlo a casa de mi madre,
a la habitación de quien me dio a luz.

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