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Tu cuello es la torre de David
destinada a museo de armas:
mil escudos penden de ella,
las adargas de los héroes.
Tus dos pechos,
dos crías mellizas de gacela
paciendo entre azucenas.
Mientras despunta el día
y se esfuman las sombras,
iré al monte de la mirra,
al otero del incienso.

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