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Acerca de los médicos

38 Respeta al médico por sus servicios,
pues Dios lo eligió para ese trabajo.
Un rey puede darnos regalos,
pero Dios nos da la salud.
Los conocimientos del médico
lo hacen andar con la frente en alto
y ser admirado por la gente importante.
Dios creó las plantas medicinales,
y el médico inteligente sabe usarlas.

Con la rama de un árbol
Dios endulzó una vez el agua
para demostrarnos su poder.
A nosotros nos dio inteligencia
para que admiremos su poder.
Con las plantas medicinales,
el boticario prepara remedios
y el médico cura la enfermedad.

8-9 Querido jovencito,
cuando estés enfermo,
ruégale a Dios que te dé la salud.
10 No peques ni de pensamiento,
sino apártate de la maldad.
11 Preséntale a Dios ofrendas
de acuerdo con tus posibilidades,
12 pero no rechaces al médico;
al contrario, déjalo actuar,
pues también a él lo necesitas.
13 En algunos casos,
tu salud está en sus manos;
14 en otros casos,
él mismo le pedirá a Dios
que te devuelva la salud.
15 Es un pecado contra Dios
no dejar que el médico actúe.

El luto por un muerto

16 Querido jovencito,
cuando alguien muera,
llora su muerte y ve a su entierro,
como es la costumbre,
y no descuides su tumba.
17 Pero no llores más de dos días;
después de eso, recobra la calma,
18 porque la mucha tristeza
puede causarte la muerte.

19-20 Aleja de ti la tristeza,
porque si te amargas la vida
te sentirás miserable.
21 No pienses más en el muerto,
pues no volverá a la vida.
Al muerto ya no puedes ayudarlo,
y estar triste te hará daño.
22 Piensa en estas palabras mías,
que espero que hagas tuyas:
«A todos nos llega la muerte».
23 El muerto ya descansa.
Déjalo que descanse en paz,
y tú, trata de consolarte.

Los trabajos manuales

24 El estudio exige tiempo,
llegar a ser sabio exige dedicación.
No puede llegar a ser sabio
quien se dedica a otras tareas.
25-26 El campesino, tras el arado,
pasa el día entero abriendo surcos
y dando de comer a sus terneras.
El que anda arriando a los bueyes
no sabe hablar de otra cosa.
27 Lo mismo pasa con los albañiles,
que trabajan de día y de noche,
y con los que fabrican sellos:
con mucha paciencia hacen los dibujos,
procurando reproducir cada detalle,
y no duermen hasta terminar su tarea.
28 El herrero no aparta la vista
del hierro que está golpeando;
el calor del fuego lo hace sudar
y el ruido del martillo lo deja sordo;
pero no deja de mirar su modelo,
pues quiere terminar bien su trabajo.
29-30 Lo mismo pasa con el alfarero:
con los pies hace girar el torno,
y con el brazo va moldeando el barro.

31 Todos ellos confían en sus manos,
y cada uno conoce su oficio.
32 Sin ellos no habría ciudades,
ni casas, ni quien las habitara.
33 Y a pesar de todo esto,
no llegarán a gobernar al pueblo,
ni serán jueces en los tribunales,
ni jamás conocerán a fondo
los mandamientos de la alianza.
34 Tampoco instruirán al pueblo,
ni serán autores de proverbios.
Pero con su trabajo y esfuerzos
completan la creación de Dios,
y a él le piden ayuda
para hacer bien su trabajo.