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Conocemos el orgullo enorme de Moab:
su arrogancia, su altivez, su soberbia
y su inútil charlatanería.
Por eso todos los habitantes de Moab
llorarán por su nación;
afligidos en extremo, se dolerán
por los hombres de Quir-haréset.
Los viñedos de Hesbón y de Sibmá
han quedado marchitos,
destrozados por los señores de las naciones.
Sus ramas llegaban hasta Jazer,
se extendían por el desierto
y alcanzaban hasta más allá del mar.

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