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Callad, moradores de la costa; tú, a quien los mercaderes de Sidón, pasando el mar, abastecían.

Su provisión procedía de las sementeras que crecen con las muchas aguas del Nilo, de la mies del río. Y ella era el emporio de las naciones.

Avergüénzate, Sidón, porque el mar, la fortaleza del mar habló, diciendo: Nunca estuve de parto, ni di a luz, ni crié jóvenes, ni eduqué doncellas.

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