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¡Callad, moradores de la costa,
mercaderes de Sidón,
los que cruzando el mar te abastecían!
Su provisión procedía de las sementeras
que crecen con las muchas aguas del Nilo,
de la mies del río.
Fue también emporio de las naciones.
¡Avergüénzate, Sidón!, porque el mar,
la fortaleza del mar
habló, diciendo:
«Nunca estuve de parto:
no di a luz,
ni crié jóvenes
ni hice crecer muchachas.»

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