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Los israelitas destruyen al ejército asirio

15 1-2 Cuando los soldados que estaban en sus carpas se enteraron de lo que había pasado, sintieron tanto miedo que salieron huyendo. Corrían como locos, atropellándose unos a otros. Nadie esperaba a su compañero, sino que cada uno tomaba el primer camino que encontraba. Corrían desesperados y en total desorden por el valle y por los caminos de la montaña. Los soldados que vigilaban los alrededores de Betulia, también huyeron llenos de miedo. Entonces los soldados israelitas salieron a perseguirlos.

Ozías envió mensajeros por las ciudades de Cobá, Bebai, Colá y Betomestaim, y por toda la región montañosa de Israel. Ellos contaron lo que había sucedido, y pidieron a sus compatriotas que salieran para terminar de destruir al ejército enemigo.

Cuando los israelitas recibieron la noticia, salieron a atacar a los asirios. Los persiguieron hasta Hobá, y allí los derrotaron. También los que vivían en Jerusalén y en la región montañosa se unieron a la batalla. Los israelitas de Galaad y de Galilea mataron a muchos asirios que habían llegado hasta Damasco y sus alrededores.

Los demás habitantes de Betulia, es decir, los que no habían salido a pelear, fueron al campamento asirio y se llevaron muchos objetos de valor que habían quedado allí. Luego vinieron los soldados que habían salido a pelear contra los asirios, y terminaron de llevarse lo que los asirios habían dejado abandonado. Hasta la gente que vivía en la región montañosa y en la llanura se quedó con algo.

Joaquín, que era el jefe de los sacerdotes, fue a Betulia para conocer los detalles de lo que Dios había hecho a favor de Israel. Los jefes de Israel que vivían en Jerusalén lo acompañaron. Cuando vieron a Judit, la felicitaron con estas palabras:

«¡Tú eres el gran tesoro de Jerusalén!
¡Eres lo más valioso de Israel!
¡Eres el orgullo de tu pueblo!

10 »Tú llevaste a cabo todo esto,
y le hiciste un gran favor a Israel.
Dios está feliz por lo que has hecho.
¡Que el Dios todopoderoso
te bendiga siempre!»

A esta alabanza el pueblo respondió: «¡Amén!»

11 Durante todo un mes los israelitas se dedicaron a sacar objetos del campamento asirio. A Judit le dieron la carpa de Holofernes y todo lo que había en ella: la vajilla de plata, las camas, los vasos y los utensilios de uso diario. Todo esto Judit lo cargó sobre sus carretas y sobre su mula.

Judit es aclamada

12 Todas las mujeres israelitas fueron a ver a Judit, para felicitarla y bailar en su honor. Entonces Judit tomó flores y se las dio a las mujeres que la acompañaban. 13 Ellas hicieron diademas con ramos de olivo, y se las pusieron sobre la cabeza. Al frente de todo el pueblo iba Judit, dirigiendo el baile de las mujeres. Detrás de ellas iban los hombres luciendo coronas en su cabeza, y portando sus armas. Todos, hombres y mujeres, iban cantando himnos de alabanza.

El canto de Judit

14 Entonces Judit y todos los israelitas entonaron a coro este canto de alabanza: