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Horrores del ataque a Jerusalén

En cada esquina de las calles
    hay joyas[a] tiradas en el suelo.
El oro cambió;
    ¡cómo ha perdido su brillo!

Los ciudadanos de Sion
    tan valiosos que valían su peso en oro,
pero ahora son considerados vasijas baratas
    hechas por un artesano ordinario.

Hasta las lobas amamantan a sus crías;
    dejan que se alimenten de su pecho.
Pero la hija de mi pueblo[b] se ha vuelto más cruel
    que el animal más salvaje del desierto.

La lengua de los bebés se pega a su paladar
    por lo sedientos que están.
Los jóvenes piden pan,
    pero no hay nadie que se los ofrezca.

Los que estaban acostumbrados a comidas finas,
    están hambrientos en las calles.
Los que antes vestían ropa fina[c],
    ahora juntan desechos.

Los crímenes de Jerusalén eran mayores
    que el pecado de Sodoma.
Sodoma fue destruida en un segundo,
    aunque nunca fue atacada.

Los nazareos de Jerusalén eran más puros que la nieve,
    más blancos que la leche.
Su cuerpo era fuerte como el roble,
    y su cabello era hermoso como el zafiro.

Ahora se han vuelto más negros que el carbón.
    Nadie los reconoce en las calles.
La piel se les ha pegado a los huesos
    y está tan seca como la madera.

Tuvieron mejor suerte los que murieron en la batalla
    que los que murieron de hambre.
Cuando falta una cosecha,
    los hambrientos agonizan lentamente.

10 Con sus propias manos,
    las mujeres más amorosas cocinaron a sus hijos.
Los convirtieron en su comida,
    cuando mi pueblo fue derrotado.

11 El SEÑOR desató toda su furia;
    derramó el fuego de su ira.
Encendió un fuego en Sion
    que quemó hasta lo más profundo de la tierra.

12 Los reyes de la tierra no lo creyeron.
    Tampoco lo creyó ningún habitante de la tierra.
No podían creer que un enemigo
    pudiera cruzar los portales de Jerusalén.

13 A causa de los pecados de sus profetas
    y los crímenes de sus sacerdotes,
se derramó dentro de Jerusalén
    la sangre de gente justa.

14 Los profetas y sacerdotes
    vagaron ciegamente por las calles,
tan manchados por la sangre
    que nadie quiere tocar sus vestidos.

15 «¡Aléjense, impuros!», les gritaban los demás.
    «¡Aléjense, no nos toquen!»
Debido a que la ruina había caído sobre ellos y quedaron sin hogar,
    la gente les decía:
    «Ya no queremos que vivan con nosotros».

16 El SEÑOR mismo los destruyó
    y ya no los cuida.
A los sacerdotes ya no los respetan,
    y a los ancianos ya no les tienen consideración.

17 Nuestros ojos se cansaron
    de tanto buscar ayuda en vano.
Desde nuestra torre de vigilancia
    buscamos y buscamos una nación que nos salvara,
    pero nunca llegó.

18 Nuestros enemigos siguieron nuestros pasos
    para que no pudiéramos caminar en nuestras calles.
Nuestro fin estaba cerca,
    nuestros días estaban contados.
    Había llegado nuestro fin.

19 Los hombres que nos perseguían
    eran más rápidos que las águilas del cielo.
Nos persiguieron en las montañas
    y prepararon una emboscada
    en el desierto para atraparnos.

20 Atraparon a nuestro rey,
    el consagrado por el SEÑOR
y que era para nosotros
    como el aire que respiramos.
Nosotros creíamos que nuestro rey
    nos protegería de todas las naciones.

21 Canta y celebra, pueblo de Edom,
    que vives en la tierra de Uz,
pero recuerda que la copa del sufrimiento
    también llegará hasta ti.
Beberás de esa copa,
    te embriagarás y serás desvestido.

22 Tu castigo ha terminado, Sion;
    no te volverán a tomar prisionera.
Ahora, pueblo de Edom, el Señor castigará tu crimen;
    te castigará por tus pecados.

Footnotes

  1. 4:1 joyas El hebreo es oscuro.
  2. 4:3 hija de mi pueblo Aquí es una forma simbólica de referirse a las mujeres de Jerusalén.
  3. 4:5 ropa fina Textualmente de púrpura.

El castigo de Sion consumado

¡Cómo se ha ennegrecido el oro!

¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo!

Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.

Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el oro puro,

¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero!

Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros;

La hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto.

La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed;

Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese.

Los que comían delicadamente fueron asolados en las calles;

Los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros.

Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma,(A)

Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías.

Sus nobles fueron más puros que la nieve, más blancos que la leche;

Más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro.

Oscuro más que la negrura es su aspecto; no los conocen por las calles;

Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo.

Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre;

Porque estos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra.

10 Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos;(B)

Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo.

11 Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira;

Y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos.

12 Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo,

Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalén.

13 Es por causa de los pecados de sus profetas, y las maldades de sus sacerdotes,

Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos.

14 Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados con sangre,

De modo que no pudiesen tocarse sus vestiduras.

15 ¡Apartaos! ¡Inmundos! les gritaban; ¡Apartaos, apartaos, no toquéis!

Huyeron y fueron dispersados; se dijo entre las naciones:

Nunca más morarán aquí.

16 La ira de Jehová los apartó, no los mirará más;

No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos.

17 Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro;

En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar.

18 Cazaron nuestros pasos, para que no anduviésemos por nuestras calles;

Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días; porque llegó nuestro fin.

19 Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo;

Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas.

20 El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová,

De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos.

21 Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Uz;

Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y vomitarás.

22 Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion;

Nunca más te hará llevar cautiva.

Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom;

Descubrirá tus pecados.