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El enojo de Dios queda satisfecho

¡Cómo perdió su brillo el oro!
    Hasta el oro más preciado se volvió opaco.
¡Las piedras preciosas sagradas
    yacen esparcidas en las calles!

Miren cómo los preciosos hijos de Jerusalén,[a]
    que valen su peso en oro puro,
ahora son tratados como vasijas de barro
    hechas por un alfarero común y corriente.

Hasta los chacales amamantan a sus cachorros,
    pero mi pueblo Israel no lo hace;
ignoran los llantos de sus hijos,
    como los avestruces del desierto.

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Footnotes

  1. 4:2 En hebreo de Sion.

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