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¿Quién es el mayor?

18 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, entonces, mayor en el reino de los cielos?

Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,

y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como los niños, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos.

Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.

Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.

Ocasiones de caer

Pero al que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno, y que le hundieran en el fondo del mar.

¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!

Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtatelo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.

Y si tu ojo te es ocasión de caer, arráncatelo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.

Parábola de la oveja perdida

10 Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.

11 Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.

12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?

13 Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se habían descarriado.

14 Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.

Cómo se debe perdonar al hermano

15 Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas tú con él; si te escucha, has ganado a tu hermano.

16 Pero si no te escucha, toma aún contigo a uno o dos, para que por boca de dos o tres testigos conste toda palabra.

17 Si rehúsa escucharles a ellos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el publicano.

18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, estará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, estará desatado en el cielo.

19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.

20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.

El perdón de las injurias

21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete veces?

22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino aun hasta setenta veces siete.

Parábola de los dos deudores

23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.

24 Y al comenzar a ajustar cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

25 No teniendo él con qué pagar, su señor mandó que fuera vendido él, su mujer y sus hijos, y todo lo que tenía, y que se le pagase la deuda.

26 Entonces aquel siervo se postró ante él, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.

27 El señor de aquel siervo, movido a compasión, le soltó y le perdonó la deuda.

28 Pero aquel siervo, al salir, se encontró con uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y agarrándolo, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.

29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.

30 Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.

31 Viendo sus consiervos lo ocurrido, se entristecieron sobremanera, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.

32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me lo suplicaste.

33 ¿No debías tú también haberte compadecido de tu consiervo, como yo tuve compasión de ti?

34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.

35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

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