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El sufrimiento se transforma en esperanza

¡Miserable de mí!
Me siento como el recolector de fruta que después de cosechar
    no encuentra nada que comer.
No encuentro ni un racimo de uvas ni uno de los primeros higos
    para saciar mi hambre.
La gente que sigue a Dios ha desaparecido;
    no queda ni una sola persona honrada sobre la tierra.
Son todos asesinos;
    les tienden trampas hasta a sus propios hermanos.
¡Con ambas manos son hábiles para hacer el mal!
    Tanto los funcionarios como los jueces exigen sobornos.
La gente con influencia obtiene lo que quiere
    y juntos traman para torcer la justicia.

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