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Los carros de combate corren a su antojo por las calles
    y pasan a toda velocidad por las plazas.
Parecen carbones encendidos cuando están al rojo vivo;
    aparecen como relámpagos.

El enemigo da órdenes a sus oficiales
    y ellos se atropellan de lo rápido que responden.
Se apresuran a ir hacia la muralla
    y hacen la torre de asalto.
Son abiertas las compuertas que detienen los ríos,
    de modo que el palacio es destruido.

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