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El SEÑOR no deja pasar hambre al que es solidario,
    ni tampoco deja calmar su apetito al perverso.
El que no se anima a trabajar, empobrece:
    el que trabaja duro, se enriquece.
El hijo inteligente trabaja durante la cosecha;
    el sinvergüenza se duerme durante esa época.

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