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Salmo de David.

28 A ti elevo mi oración, oh Señor, roca mía;
    no cierres tus oídos a mi voz.
Pues si guardas silencio,
    mejor sería darme por vencido y morir.
Escucha mi oración que pide misericordia,
    cuando clamo a ti por ayuda,
    cuando levanto mis manos hacia tu santo templo.

No me arrastres junto con los perversos
    —con los que hacen lo malo—,
los que hablan con sus vecinos amablemente
    mientras traman maldades en su corazón.
¡Dales el castigo que tanto merecen!
    Mídelo en proporción a su maldad.
¡Págales conforme a todas sus malas acciones!
    Hazles probar en carne propia lo que ellos les han hecho a otros.
No les importa nada lo que el Señor hizo
    ni lo que sus manos crearon.
Por lo tanto, él los derrumbará
    y ¡jamás serán reconstruidos!

¡Alaben al Señor!
    Pues él oyó que clamaba por misericordia.
El Señor es mi fortaleza y mi escudo;
    confío en él con todo mi corazón.
Me da su ayuda y mi corazón se llena de alegría;
    prorrumpo en canciones de acción de gracias.

El Señor le da fuerza a su pueblo;
    es una fortaleza segura para su rey ungido.
¡Salva a tu pueblo!
    Bendice a Israel, tu posesión más preciada.[a]
Guíalos como un pastor
    y llévalos en tus brazos por siempre.

Footnotes

  1. 28:9 En hebreo Bendice a tu herencia.

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