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Salmo 51 (50)

Dios, apiádate de mí

51 Al maestro del coro. Salmo de David. Cuando, tras haber mantenido relaciones con Betsabé, lo visitó el profeta Natán.

Apiádate de mí, oh Dios, por tu amor,
por tu gran compasión borra mi falta;
límpiame por entero de mi culpa,
purifícame de mis pecados.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, sólo contra ti pequé,
yo hice lo que tú aborreces;
así que serás justo en tu sentencia,
serás irreprochable cuando juzgues.
Yo, en la culpa fui engendrado,
en pecado me concibió mi madre.
Tú amas la verdad en lo más íntimo,
la sabiduría me muestras en lo oculto.
Rocíame con hisopo y quedaré purificado,
límpiame y seré más blanco que la nieve.
10 Déjame sentir la alegría y el regocijo;
que se gocen los huesos que dañaste.
11 Aparta tu rostro de mis pecados,
borra tú todas mis culpas.
12 Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renueva en mi interior un espíritu firme.
13 No me alejes de tu presencia,
no apartes de mí tu santo espíritu.
14 Devuélveme el gozo de tu salvación,
que un espíritu generoso me sostenga.
15 Yo enseñaré tus sendas a los malvados
y los pecadores regresarán a ti.
16 Líbrame de verter sangre,
oh Dios, Dios que me salvas,
y mi lengua cantará tu justicia.
17 Señor, abre mis labios
y mi boca pregonará tu alabanza.
18 No te satisfacen los sacrificios,
si te ofrezco un holocausto no lo quieres.
19 El sacrificio a Dios es un espíritu apenado,
tú, Dios, no rechazas el corazón dolorido y humilde.
20 Favorece complacido a Sión,
reconstruye los muros de Jerusalén;
21 entonces te agradarán los sacrificios justos,
los holocaustos y el sacrificio perfecto,
entonces sobre tu altar te ofrecerán novillos.