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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Deuteronomio 32-34

32 «Cielo y tierra,
¡presten atención a mis palabras!
Lo que tengo que decir
es tan bueno como la lluvia,
que hace bien a las plantas
y a la hierba del campo.

»Quiero alabar a nuestro Dios;
y ustedes, ¡reconozcan su poder!
Él nos protege del mal.
Es un Dios justo y fiel,
que siempre actúa con justicia.

5-6 »Israelitas,
Dios es su creador;
es como un padre para ustedes.
Pero ustedes han sido malos,
y lo han ofendido.
Han sido tercos y tontos,
y no merecen ser sus hijos.
¡Son unos malagradecidos!

»Pónganse a pensar
en la historia de su pueblo.
Sus padres y sus jefes
les contarán hechos del pasado.
Cuando Dios dividió la humanidad
en diferentes pueblos y naciones,
les dio sus propios territorios;
pero a ustedes, israelitas,
les dio un trato especial:
A ustedes Dios los eligió
para que fueran su pueblo.

10 »Cuando Dios los encontró,
ustedes andaban por el desierto,
por tierras barridas por el viento.
Pero él los tomó en sus brazos
y los cuidó como a sus propios ojos.
11 Dios ha cuidado de ustedes
como cuida el águila a sus polluelos.
Dios siempre ha estado cerca
para ayudarlos a sobrevivir.

12 »Dios mismo dirigió a su pueblo,
y no necesitó ayuda de otros dioses.
13 Dios los llevó triunfantes
por las altas montañas del país.
Les dio a comer frutas del campo;
de una piedra sacó miel
para endulzarles los labios,
y de una dura roca
sacó el aceite que necesitaban.
14 De sus vacas, cabras y ovejas
sacaron leche y cuajada;
en su mesa se sirvió
carne del mejor ganado.
Comieron pan del mejor trigo
y vino de las mejores uvas.

15 »Pero los israelitas prosperaron,
y se olvidaron de Dios;
¡se olvidaron de su creador!
Rechazaron la protección
del Dios que los había salvado.
16-17 Hicieron enojar a Dios,
y provocaron sus celos
al adorar a dioses falsos;
¡eran unos ídolos repugnantes
que ni sus antepasados conocieron!
Aun así, ofrecieron sacrificios
a esos dioses y a los demonios.

18 »Israel se olvidó de Dios;
del Dios que le dio la vida.
Abandonó a su creador;
se olvidó de su protector.
19 Por eso Dios se enojó
y los apartó de su lado.
20 Luego le dijo al pueblo:

“Voy a dejarlos solos,
y verán lo que les pasará.
En verdad, ustedes son malos;
no se puede confiar en ustedes.
21 Inventan un dios falso,
para provocar mis celos;
pero los celosos serán ustedes,
pues los cambiaré por otro pueblo;
los cambiaré por gente ignorante
que ni a pueblo llega.
22 Tanto me han hecho enojar
que mi furia parece fuego;
y con ese fuego destruiré
los lugares más profundos
y las bases de las montañas.

23 ”Voy a hacerlos sufrir;
voy a herirlos con mis flechas.
24 El hambre y la enfermedad
pondrán fin a su vida.
Lanzaré contra ustedes
animales salvajes y serpientes venenosas.
25 En plena calle matarán a sus hijos,
y toda familia verá con horror
cómo mueren sus ancianos,
sus jóvenes y sus niños.

26 ”Hasta pensé en
dispersarlos
por diferentes países,
y que nadie volviera a recordarlos.
27 Pero decidí no hacerlo
por causa de mis enemigos;
sabía que se burlarían de mí,
y hasta pensarían que no fui yo
quien castigó a Israel,
creerían que ellos lo habían hecho,
¡ellos y su gran poder!

28 ”Ustedes, los israelitas,
son tan tontos que no entienden.
29 Si fueran más listos,
sabrían el castigo que les espera.
30 ¿Cómo se explican ustedes
que un solo israelita
hizo huir a mil soldados?
¿Cómo se explican que dos soldados
hicieron huir a diez mil?
¡Si yo no cuidara de ustedes
ni les hubiera dado la victoria,
ustedes no habrían podido vencerlos!”

31 »Bien saben nuestros enemigos
que sus dioses no tienen poder;
¡el poder es de nuestro Dios!
32 Ellos son como la gente
de Sodoma y de Gomorra.
Son como los malos viñedos,
que sólo dan uvas amargas;
33 ¡hasta el vino que producen
parece veneno de serpientes!

34-35 »Nuestro Dios ha dicho:

“Muy pronto habré de castigarlos,
¡muy pronto habré de destruirlos!
¡Sólo espero el momento oportuno
para darles su merecido!”

36 »Cuando ya no tengamos fuerzas,
nuestro Dios nos defenderá;
cuando él nos vea reducidos a nada,
tendrá compasión de nosotros
37 y les dirá a nuestros enemigos:

“¿Dónde están los dioses
en quienes ustedes tanto confían?
38 ¿Dónde están esos dioses
a quienes les llevaban ofrendas?
¡Pídanles que vengan a ayudarlos!
39 ¡Dense cuenta ahora
de que yo soy el único Dios!
Sólo yo sano las heridas;
¡sólo yo doy la vida,
y sólo yo puedo quitarla!
¡De mí no se escapa nadie!

40 ”Levanto mi mano al cielo,
y juro por mi vida eterna,
41 que voy a afilar mi espada,
para vengarme de mis enemigos.
¡Voy a darle su merecido
a esa gente que me odia!
42 ¡Voy a empapar mis flechas
en la sangre de los prisioneros!
¡Voy a cortarles la cabeza
a todos sus capitanes!”

43 »Y ustedes, pueblos vecinos,
alégrense junto con el pueblo de Dios,
porque él habrá de vengarse
de la muerte de su gente.
¡Dios perdonará a su pueblo
y limpiará de pecado su país!»

44-45 Y mientras Moisés entonaba este canto ante el pueblo, Josué estuvo siempre a su lado.

Últimas instrucciones de Moisés

46 Más tarde, Moisés le dijo al pueblo:

«Piensen bien en todo lo que les he enseñado, y ordenen a sus hijos y a sus hijas que obedezcan cada uno de estos mandamientos. 47 Lo que les digo es muy serio. Si ustedes obedecen, vivirán muchos años en el territorio que ahora van a conquistar, y que está al otro lado del río Jordán».

Moisés ve la tierra prometida

48 Ese mismo día, Dios le ordenó a Moisés:

49 «Quiero que vayas a la región montañosa de Abarim, y que subas al monte Nebo, que está en el territorio de Moab, frente a Jericó. Desde allí podrás admirar el territorio de Canaán, que voy a darles a los israelitas.

50 »Allí, en el monte Nebo, morirás y serás enterrado, como fue enterrado tu hermano Aarón cuando murió en el monte Hor. 51 Tanto Aarón como tú me desobedecieron en Cadés, cuando estaban junto al manantial de Meribá, que está en el desierto de Sin. Delante de todos los israelitas me faltaron al respeto. 52 Por eso no te dejaré entrar en el territorio que les prometí, y sólo podrás verlo de lejos».

Moisés bendice a Israel

33 Moisés fue un gran profeta al servicio de Dios. Poco antes de morir, bendijo a los israelitas con las siguientes palabras:

«Nuestro Dios viene del monte Sinaí;
su luz nos llega desde Edom.
Desde los montes de Parán avanza
el brillo de su presencia,
y llega hasta Meribá, en Cadés.
Trae fuego en su mano derecha,
y viene con miles de bravos guerreros.

»Dios ama a su pueblo;
Dios protege a los suyos
porque ellos siempre lo obedecen
y cumplen sus órdenes con gusto.

»Yo, Moisés, les di la ley de Dios,
que para ustedes es lo más preciado.
Y ustedes y sus líderes
reconocieron a Dios como su rey».

Luego, Moisés le dijo a la tribu de Rubén:

«Ustedes son una tribu pequeña,
pero vivirán para siempre».

A la tribu de Judá le dijo:

«Nuestro Dios oirá tus oraciones,
te hará vencer a tus enemigos,
y permitirá que te reúnas
con el resto de Israel».

8-9 A la tribu de Leví le dijo:

«Dios discutió con los israelitas
y los puso a prueba en Masá,
junto al manantial de Meribá.
Pero confía en ustedes
porque lo obedecieron,
pues consideraron más importante
mantenerse fieles a su pacto,
que mantenerse fieles a sus padres,
a sus hermanos o a sus hijos.
Por eso Dios les entregó
el Urim y el Tumim,[a]
y los nombró sus sacerdotes.

10 »Ustedes enseñan a su pueblo
a cumplir sus mandamientos;
y en el altar de Dios presentan
toda clase de ofrendas.

11 »Pido a Dios que los bendiga
y que acepte con agrado
lo que ustedes hacen por él;
también le pido que destruya
a todos sus enemigos,
para que nunca más
se levanten contra ustedes».

12 A la tribu de Benjamín le dijo:

«Dios te ama y te protege;
¡Dios siempre habitará en tus montañas!»

13 A la tribu de José le dijo:

«Dios bendecirá tus campos,
y nunca te faltará lluvia
ni agua en los pozos profundos.
14-15 Hasta en las altas montañas
Dios te dará todo el año
las más abundantes cosechas.
16 La tierra te dará
lo mejor de sus frutos,
y siempre podrás contar
con la bendición de Dios.

»Tú eres el favorito
del Dios que se apareció en la zarza.
17 Los ejércitos de tus hijos,
Efraín y Manasés,
son fuertes y poderosos
como los toros y los búfalos.
¡Con sus lanzas destruirán
aun a sus enemigos más lejanos!»

18 A las tribus de Isacar y Zabulón les dijo:

«Ustedes harán buenos negocios
en la tierra y en el mar.
19 Del mar y de sus playas
sacarán grandes riquezas.
Invitarán a los pueblos vecinos,
para que vengan a su montaña,
y allí presentarán ofrendas a Dios».

20-21 A la tribu de Gad le dijo:

«¡Bendito sea Dios,
que te dio grandes territorios!
¡Eres como un león
dispuesto a atacar a su víctima!
Te quedaste con las mejores tierras
porque obedeciste a Dios en todo,
y porque actuaste con justicia
cuando tuviste que hacerlo».

22 A la tribu de Dan le dijo:

«Eres como un cachorro,
que salta desde Basán».

23 A la tribu de Neftalí le dijo:

«Todo lo que haces
es del agrado de Dios.
Por eso Dios te bendecirá
y te dará un gran territorio,
hasta el extremo sur
del Lago de Galilea».

24 A la tribu de Aser le dijo:

«¡Que Dios te bendiga
más que a las otras tribus!
¡Que todos los israelitas
muestren su amor por ti!

»Tendrás abundancia
de aceite de oliva.
25 Mientras tengas vida,
serás un pueblo poderoso
y con ciudades bien protegidas».

26 Y para terminar, Moisés dijo:

«¡Israelitas,
no hay otro Dios como tu Dios!
Dios es el rey del cielo,
y siempre vendrá en tu ayuda.
27 Dios es el Dios eterno,
y siempre te protegerá;
pondrá en fuga a tus enemigos,
para que los destruyas.

28 »Ya puedes vivir confiado,
y gozar de tranquilidad.
Nunca te faltará pan ni vino,
pues Dios regará tus campos.
29 ¡Dichoso tú, Israel,
pues Dios te ha rescatado!
Dios te protege y te ayuda.
¡No podrías tener mejor defensa!
¡Tú humillarás a tus enemigos,
y los pondrás bajo tus pies!»

Muerte de Moisés

34 Desde el desierto de Moab, Moisés subió al monte Pisgá, y llegó a la parte más alta del monte Nebo, que está frente a Jericó. Allí Dios le mostró todo el territorio de Galaad y de Dan. También le mostró los territorios de las tribus de Neftalí, Efraín y Manasés, y el territorio de la tribu de Judá hasta el mar Mediterráneo. Desde allí Moisés pudo ver el desierto del sur, el valle del Jordán y la llanura que rodea la ciudad de Jericó, hasta el pueblo de Sóar. Jericó también se conoce como Ciudad de las Palmeras.

Allí Dios le dijo a Moisés: «Éste es el país que le daré a Israel. Así se lo prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob, tus antepasados. He querido que lo veas, porque no vas a entrar en él».

5-6 Moisés estuvo siempre al servicio de Dios. Tal como Dios lo había dicho, Moisés murió en Moab, frente a Bet-peor, y allí mismo fue enterrado, aunque nadie sabe el lugar exacto. Cuando murió, tenía ciento veinte años, gozaba de buena salud y la vista todavía no le fallaba.

Los israelitas se quedaron treinta días en el desierto de Moab, para guardar luto por la muerte de Moisés. Ésa era la costumbre en aquella época. Antes de morir, Moisés había puesto sus manos sobre la cabeza de Josué y Dios lo llenó de sabiduría. Por eso los israelitas obedecieron a Josué, y cumplieron con las órdenes que Dios le había dado a Moisés.

10 Nunca más hubo en Israel un profeta como Moisés, que hablara con Dios cara a cara. 11 Nunca nadie igualó las maravillas que Dios le mandó hacer contra Egipto y su rey. 12 Nunca nadie tuvo más poder que Moisés, ni pudo imitar las grandes cosas que los israelitas le vieron hacer.

Salmos 91

Dios nos protege

SALMO 91 (90)

91 Vivamos bajo el cuidado
del Dios altísimo;
pasemos la noche bajo la protección
del Dios todopoderoso.
Él es nuestro refugio,
el Dios que nos da fuerzas,
¡el Dios en quien confiamos!

Sólo él puede librarnos
de los peligros ocultos
y de enfermedades mortales;
sólo bajo su protección
podemos vivir tranquilos,
pues nunca deja de cuidarnos.
Ni de día ni de noche
tendremos que preocuparnos
de estar en peligro de muerte.
Ni en las sombras de la noche,
ni a plena luz del día,
nos caerá desgracia alguna.
Tal vez a nuestra izquierda
veamos caer miles de muertos;
tal vez a nuestra derecha
veamos caer diez mil más,
pero a nosotros nada nos pasará.
Con nuestros propios ojos veremos
cómo los malvados reciben su merecido.

El Dios altísimo
es nuestro refugio y protección.
10 Por eso ningún desastre
vendrá sobre nuestros hogares.
11 Dios mismo les dirá a sus ángeles
que nos cuiden por todas partes.
12 Los ángeles nos llevarán en brazos
para que no tropecemos con nada;
13 andaremos entre leones y serpientes,
¡y los aplastaremos!

14 Dios dice:
«Mi pueblo me ama y me conoce;
por eso yo lo pondré a salvo.
15 Cuando me llame, le responderé
y estaré con él en su angustia;
lo libraré y lo llenaré de honores,
16 le daré muchos años de vida,
y lo haré gozar de mi salvación».