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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
1 Samuel 13-14

Historia del rey Saúl (13.1—15.35)

Guerra contra los filisteos

13 Saúl ya era adulto cuando empezó a reinar. En el segundo año de su reinado eligió a tres mil hombres de Israel para formar su propio ejército. De ellos, dos mil estaban con él en Micmás y en las colinas de Betel, y los otros mil estaban con su hijo Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto de los israelitas los mandó de vuelta a su casa.

Jonatán atacó y destruyó un cuartel filisteo que estaba en Guibeá. Como los filisteos se enteraron de este ataque, Saúl mandó tocar la trompeta por todo el país en señal de alarma, y decir: «¡Escuchen, israelitas! Saúl ha destruido un cuartel de los filisteos. Prepárense, porque ahora ellos van a odiarnos más, y nos atacarán».

Y así sucedió. Los filisteos se reunieron para atacar a los israelitas. Llegaron treinta mil carros de guerra, seis mil soldados de caballería, y un ejército que ni siquiera se podía contar. Todos ellos acamparon en Micmás, al este de Bet-avén.

Muchos israelitas pensaron que no podrían vencer al ejército filisteo, así que fueron a esconderse en cuevas y agujeros, entre las piedras y dentro de pozos secos, y no faltaron algunos que cruzaron el río Jordán y se fueron a la tierra de Gad y de Galaad. Saúl se quedó en Guilgal, pero todos en su ejército estaban temblando de miedo.

Allí en Guilgal Saúl esperó a Samuel siete días, para que presentara las ofrendas y los sacrificios, pues antes de eso no podían empezar la batalla. Pero al ver Saúl que Samuel no llegaba y que los de su ejército comenzaban a huir, ordenó: «Tráiganme los animales y las ofrendas de paz que vamos a presentarle a Dios».

Y Saúl mismo presentó las ofrendas.

10 Todavía no terminaba de ofrecerlas cuando Samuel llegó. Al verlo, Saúl fue a saludarlo; pero Samuel le dijo:

11-12 —¿Qué es lo que has hecho?

Y Saúl le respondió:

—Es que mis soldados ya me estaban abandonando, y tú no llegabas, como prometiste hacerlo. Por eso tuve que presentar las ofrendas para pedir la ayuda de Dios. Además, los filisteos ya estaban en Micmás, listos para venir a Guilgal y atacarme.

13 Pero Samuel le dijo:

—¡Estás loco! Si hubieras obedecido la orden de tu Dios, tu reino habría durado para siempre. 14 Pero, como no lo hiciste, tu reino no durará mucho tiempo. Dios ya ha decidido quién será el próximo rey; ese rey sí lo obedecerá.

15-16 Dicho esto, Samuel se alejó de Guilgal y se fue a Guibeá de Benjamín. Allí Saúl contó a los soldados que aún estaban con él, y eran como seiscientos. Todos ellos se quedaron con él y con su hijo Jonatán.

17 Mientras tanto, los filisteos que acampaban en Micmás dividieron su ejército en tres grupos; uno de ellos se fue hacia Ofrá, cerca de Sual; el otro se dirigió a Bet-horón, 18 y el tercero se fue hacia la frontera que está en el valle de Seboím, en el camino al desierto.

19-22 Entre los israelitas no había quien trabajara el hierro. Los filisteos no se lo permitían, por temor a que se hicieran espadas y lanzas de ese metal. Ni siquiera tenían cómo afilar sus arados, azadones, hachas y picos. Por eso tenían que ir al país de los filisteos y pagarles mucho dinero para que les afilaran sus herramientas. El día de la batalla los únicos que tenían una espada y una lanza eran Saúl y Jonatán. 23 Mientras tanto, una parte del ejército de los filisteos acampó en el paso a Micmás.

Jonatán ataca a los filisteos

14 1-7 Saúl acampó en Migrón, bajo un árbol, en las afueras de Guibeá. Con él estaban seiscientos soldados y el sacerdote Ahías, que era hijo de Ahitub y sobrino de Icabod. Su abuelo era Finees, hijo del sacerdote Elí, que había servido a Dios en Siló.

Jonatán le dijo al joven que le ayudaba a cargar su armadura:

—Ven, acompáñame al otro lado. Vamos a acercarnos al ejército de los filisteos. Aunque somos pocos, con la ayuda de Dios los vamos a derrotar.

Su ayudante le respondió:

—Haga usted lo que mejor le parezca. Por mi parte, yo lo apoyaré en todo.

Jonatán se fue sin que nadie lo supiera, ni siquiera su padre. Cuando se acercaron a donde estaban los filisteos, Jonatán le dijo a su ayudante:

—Ven, vamos a acercarnos a ellos, para que nos vean. Si nos dicen: “Alto ahí; no se muevan hasta que lleguemos a donde están”, así lo haremos. 10 Pero si nos dicen que vayamos a donde ellos están, ésa será la señal de que Dios nos ayudará a derrotarlos.

11 Entonces se acercaron. Y cuando los filisteos los vieron, se dijeron unos a otros: «Miren, los israelitas ya están saliendo de sus escondites».

12 Enseguida le gritaron a Jonatán y a su ayudante: «¡Vengan acá, que les vamos a decir algo!»

Jonatán le dijo a su ayudante: «Vayamos, pues Dios nos ayudará a vencerlos». 13 Así que subió ayudándose con pies y manos, y tras él subió su ayudante. A cada soldado filisteo que encontraba, lo hería, y su ayudante lo mataba. 14 En ese ataque, y en un lugar tan estrecho, Jonatán y su ayudante mataron a unos veinte hombres. 15 Además, Dios hizo que temblara la tierra, y el ejército filisteo se asustó mucho.

16 Saúl había puesto en Guibeá de Benjamín unos vigilantes, y cuando éstos vieron que el ejército filisteo estaba huyendo en completo desorden 17 fueron a decírselo a Saúl. Entonces él ordenó pasar lista, para ver quién faltaba.

Una vez que se pasó lista, le informaron a Saúl que faltaban Jonatán y su ayudante. 18 Como en esos días los israelitas tenían con ellos el cofre del pacto de Dios, Saúl le dijo al sacerdote Ahías: «Trae el cofre y consulta a Dios qué debemos hacer». 19 Sin embargo, al darse cuenta de que aumentaba la confusión en el campamento de los filisteos, le dijo a Ahías: «Ya no hace falta que lo traigas».

20-23 Los soldados filisteos estaban tan confundidos que se mataban unos a otros. Entonces Saúl reunió a todos sus hombres, y juntos se lanzaron a la batalla. Durante mucho tiempo algunos israelitas habían sido obligados a formar parte del ejército filisteo, pero en ese momento se unieron al ejército de Saúl y Jonatán. Y cuando los israelitas que se habían escondido en los cerros de Efraín supieron que los filisteos estaban huyendo, fueron también a perseguirlos. Así fue como la batalla llegó hasta Bet-avén.

El juramento de Saúl

24 Todos los israelitas estaban muy cansados, pero ninguno de ellos había comido porque Saúl había hecho este juramento: «Todo el que coma algo antes del anochecer, y antes de que me haya vengado de mis enemigos, será condenado a muerte».

25-27 La gente tenía mucho miedo del juramento de Saúl, así que cuando llegaron a un bosque donde había mucha miel, ninguno de ellos se atrevió a probarla. Como Jonatán no estaba enterado del juramento que había hecho su padre, tomó miel con el palo que llevaba en su mano, y en cuanto la probó, cobró nuevas fuerzas.

28 Pero uno de los soldados le dijo:

—Su padre ha hecho un juramento. Cualquiera que coma algo hoy, quedará bajo maldición y será condenado a muerte. Por eso, aunque estamos muy cansados, no hemos comido nada.

29 Jonatán respondió:

—¡Con ese juramento mi padre le ha hecho mucho daño al pueblo! Si yo, con un poco de miel, he recobrado las fuerzas, 30 imagínense cómo habría sido si el ejército hubiera comido hoy de la comida de nuestros enemigos: ¡su victoria habría sido mayor!

31 La batalla se extendió desde Micmás hasta Aialón, y no paró hasta que los israelitas derrotaron a los filisteos. Pero los israelitas terminaron muy cansados, 32 así que esa misma noche tomaron las ovejas, vacas y terneros que les habían quitado a los filisteos, y los mataron, comiéndose la carne con todo y sangre. 33 Pero alguien le dijo a Saúl:

—La gente está comiendo carne con sangre, y Dios nos ha prohibido hacer eso.

Enojado, Saúl dijo:

—¡Ustedes nunca obedecen a Dios! Tráiganme pronto una piedra grande, y díganle a la gente que traiga aquí su toro o su oveja. 34 Que los maten aquí, y se los coman sin sangre. Así no ofenderán a Dios.

Esa misma noche cada uno llevó su propio toro y lo sacrificó allí. 35 En ese lugar Saúl construyó por primera vez un altar para adorar a Dios. 36 Luego les dijo a sus soldados:

—No pasará esta noche sin que acabemos con los filisteos y nos quedemos con todas sus pertenencias.

Y ellos le contestaron:

—Haremos todo lo que usted nos mande.

Pero el sacerdote le dijo:

—Primero debemos consultar a Dios.

37 Entonces Saúl le preguntó a Dios: «¿Puedo perseguir a los filisteos? ¿Nos ayudarás otra vez a vencerlos?» Pero Dios no le contestó, 38 así que Saúl les dijo a los jefes de su ejército:

—Acérquense y díganme por culpa de quién Dios no me responde. 39 Les juro por Dios que morirá, aunque se trate de mi hijo Jonatán.

Pero ninguno le respondió. 40 Entonces Saúl le dijo a todo el pueblo:

—Pónganse ustedes de aquel lado, y mi hijo Jonatán y yo nos pondremos de este otro.

Y el pueblo le respondió:

—Haremos todo lo que usted nos mande.

41 Saúl echó suertes y le pidió al Dios de Israel: «Dime quién tiene la culpa, si Jonatán, el pueblo, o yo».

La suerte recayó sobre Jonatán y Saúl, de modo que el pueblo quedó libre de culpa. 42 Entonces Saúl dijo: «Ahora echemos suertes entre Jonatán y yo».

Como la suerte recayó sobre Jonatán, 43 Saúl le dijo:

—Dime lo que hiciste.

Y Jonatán le respondió:

—Lo único que hice fue probar un poco de miel. ¿Por eso me van a matar?

44 Saúl le contestó:

—¡Jonatán, que Dios me castigue duramente si no mueres!

45 Pero la gente se opuso a Saúl:

—De ninguna manera vamos a permitir que Jonatán muera. Gracias a él, y con la ayuda de Dios, Israel ha alcanzado una victoria total.

Así fue como la gente le salvó la vida a Jonatán.

46-52 Por su parte, Saúl ya no persiguió a los filisteos, así que éstos se fueron de regreso a su tierra. A pesar de todo esto, los israelitas estuvieron en guerra con los filisteos mientras Saúl fue rey de Israel. Por eso Saúl siempre tenía en su ejército a los jóvenes más fuertes y valientes.

Después de esto, el rey Saúl siguió luchando contra Moab, Amón, Edom, los reyes de Sobá, los filisteos y los amalecitas. Venció a todos sus enemigos, y alcanzó grandes triunfos. Así fue como libró a Israel de los pueblos que les robaban todo lo que tenían.

Saúl tuvo tres hijos, que fueron Jonatán, Isví y Malquisúa. También tuvo dos hijas; la mayor se llamaba Merab, y la menor, Mical. Su esposa se llamaba Ahinóam, y era hija de Ahimaas. El general de su ejército se llamaba Abner, y era hijo de Ner, tío de Saúl. El padre de Saúl y el padre de Abner eran hermanos.